A finales de este año se celebrará la Cumbre sobre el Clima 2019 con la
intención de acelerar la implementación del Acuerdo de París. En respuesta, la
ONU asegura que “el mundo ha comenzado una carrera contrarreloj para
frenar el cambio climático”.
Las previsiones parecen confirmar que dicha carrera es fundamental para
conservar el planeta tal y como lo conocemos. Según la WMO (la Organización
Meteorológica Mundial), este año el aumento de la temperatura de la superficie
del océano afectará negativamente a la producción agrícola, la gestión de los
recursos hidráulicos y la seguridad alimentaria global.
Aunque el cambio climático nos afecta a todos, las personas más
perjudicadas son aquellas que se ven forzadas a desplazarse dentro o fuera de
su país por culpa de las sequías, la desertificación, la subida del nivel del mar u
otros fenómenos producidos a causa del cambio climático.
Estos grupos de personas son comúnmente conocidos como
“refugiados climáticos”, aunque existen muchos otros términos como “refugiado
ambiental”, “emigrante ambiental”, “persona desplazada por el clima” o “eco-
refugiado” -términos que ya existían en la época de los setenta-.
Consecuentemente, en 2016 la Asamblea General de las Naciones Unidas
aprobó la Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes, que
incluye en la definición de refugiados a aquellas personas “que se desplazan
por los efectos adversos del cambio climático o de desastres naturales
(algunos de los cuales pueden estar vinculados al cambio climático) u otros
factores ambientales”.
Aunque la ONU pone en valor la universalidad de los principales tratados
internacionales sobre derechos humanos, también reconoce que el trato a los
refugiados “se rige por marcos jurídicos separados”. De hecho, la Convención
de Ginebra de sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 no reconoce a los
migrantes climáticos como refugiados al uso. Es decir, que la práctica se traduce en un vacío legal en el derecho internacional, que deja a los refugiados climáticos sin protección ante un problema de escala global.
Como era de esperar, los primeros refugiados climáticos provienen de aquellas
islas que están siendo engullidas por el mar. Según informa la FAO, las islas
del Pacífico se encuentran en un “permanente estado de recuperación” que
reduce drásticamente los niveles de seguridad alimentaria.
Ya a principios de siglo los setenta habitantes del pueblo de Lataw, una
localidad situada en medio del Pacífico Sur en las islas Torres, tuvieron que
abandonar sus casas con la ayuda del gobierno de Vanuatu y el gobierno de
Canadá. Según la ONU, esta población podría catalogarse como los primeros
refugiados climáticos de la historia.
Aunque la Cumbre sobre el Clima de 2019 supone “un gran salto en la
ambición política nacional colectiva”, la conversación principal girará en torno a los avances económicos necesarios para lograr los Objetivos de Desarrollo
Sostenible y el Acuerdo de París.
Por eso no debemos olvidarnos de las personas en situación de vulnerabilidad
que ya están sufriendo los efectos del cambio climático y que se encuentran
indefensos ante el desconcierto de las leyes nacionales e internacionales.
El Banco Mundial pronostica que al menos 140 millones de personas en el
mundo se verán forzadas a abandonar sus hogares en los próximos treinta
años por culpa del cambio climático. ¿Seremos capaces de legislar a tiempo?